a través de su barba de plata. Un brazo sostiene al muchacho para que no caiga, el otro lo retiene junto a su pecho para que no dude. «“¡Pronto!”, lo interrumpió el padre, dirigiéndose a sus esclavos. “Traigan la mejor ropa que encuentren y póngansela. Y denle también un anillo y zapatos. Y maten el becerro más gordo. ¡Tenemos que celebrar esto! ¡Este hijo mío estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y apareció!”» (Lucas 15.22–24, La Biblia al día). Cuánto habrán anonadado al joven estas palabras:
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